Piramidal, funesta,
de la tierra nacida sombra, al Cielo encaminaba de vanos obeliscos
punta altiva, escalar pretendiendo las Estrellas; si bien sus luces
bellas -exentas siempre, siempre rutilantes- la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes, que su atezado ceño al superior
convexo aun no llegaba del orbe de la Diosa que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta, quedando sólo
dueño del aire que empañaba con el aliento denso que
exhalaba; y en la quietud contenta de imperio silencioso, sumisas
sólo voces consentía de las nocturnas aves, tan obscuras,
tan graves, que aun el silencio no se interrumpía.
Sor
Juana Inés de la Cruz Juana de Asbaje y Ramírez
(¿1648?-1695) |
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