Durante la primera semana de octubre en el Sporting Club Russafa de Valencia se celebró el cuarenta aniversario del café-bar Cavallers de Neu, con varias mesas redondas, lecturas de textos, una exposición y la edición de un libro (Ediciones Garvm, ISBN 9788412815153). En ese libro se puede leer acerca de los orígenes del café-bar como librería en la que colaboraron Uberto Stabile, Clara Beltrán e Ignacio Lerma y lo que supuso para muchos de nosotros que nos dedicábamos a la literatura, las artes plásticas, el cine o la música.
Aquí cuelgo el texto que he publicado en ese precioso libro.
Otra noche en Snertingdal(en). José María Izquierdo [PDF]
“Y un día, cuando ya nada exista, arderá el viento colmando de pasado su mirada.”
José María Izquierdo, Tiempo
El año 1987 me mudé de Valencia, sacudiéndome la arena de las sandalias, a Oslo. En febrero de ese año escribí para el número 1 del fanzine del café Cavallers de neu una especie de carta dedicada a Uberto, Jorge, Lorenzo, Alfons y José Luis: Una noche en Snertingdalen[1]. Para los que no conozcáis la geografía noruega Snertingdal es un valle perpendicular al lago Mjøsa en la región de Oppland. En ese valle se ubica una cabaña de troncos que llamamos, Sonja y yo, Ñybak aunque en realidad se llama Nybak. Un refugio en la parte superior del valle, rodeado de bosques cerca de un par de granjas y tres cabañas. Insisto: un refugio. Desde mi llegada a Oslo y tras no pocas y desconcertantes aventuras laborales me dediqué fundamentalmente a la docencia de las literaturas española e hispanoamericanas durante unos trece años, y a la investigación como bibliotecario de investigación especializado en lenguas y literaturas romances en la biblioteca de la Universidad de Oslo en otros veinticuatro. En fin, una plácida vida académica poblada de proyectos y funciones administrativas. De todas formas, a pesar de mi escapada “cavafiana”, y quizás por eso mismo, mantuve para bien o para mal, un cierto apego sentimental con Valencia.
Hace un año reapareció el pasado en forma de mensaje en Facebook anunciando una movida rememorativa de Cavallers de Neu en la que se pedían fotografías, textos y presencias a los que tuvimos algo que ver con el proyecto de Uberto y su colla. Y aquí me tenéis escribiendo recuerdos mientras la lluvia cae en Snertingdal.
En Cavallers de Neu te podías tomar decenas de copas, yo creo que no pague ninguna, hablar de Dylan Thomas, la Generación beat, la última separata publicada en “Septimomiau” (antes “Gallocrisis”), “Quervo-Poesía”[2], “Bavel” o “La gata loca”, comentar las últimas reseñas literarias de las páginas culturales de los diarios Levante y Diario de Valencia -gracias a la complicidad de Paco Camarasa- o mencionar las múltiples antologías de poesía valenciana que surgieron por aquella época. Y todo esto mientras escuchábamos, o simplemente oíamos, porque lo que importaba era la palabra compartida, a Nacha Pop, Radio Futura, Los Secretos, etc, etc, etc., veíamos una exposición de cuadros en la segunda planta del café o asistíamos perplejos a alguna alucinada, por visionaria, presentación del cuaderno de poesía de turno o de algún texto en prosa poética; y bebíamos.
Aún recuerdo una noche recién bajado de Oslo con una botella de Linie Akevitt/Aquavit de Løiten, un tipo de “agua de vida” que los noruegos envejecen en barricas que habían contenido vino de Jerez y que embarcadas cruzaban la línea del ecuador para finalizar su proceso de maduración. Pues bien, esa noche nos la bebimos –no digo nombres– sentados en unos taburetes acrobáticos mientras hablábamos enardecidos sobre las cacerías de ballenas en el norte europeo. No recuerdo cuántas veces acabamos en el suelo por culpa del constante y brusco movimiento de aquellos asientos.
Valencia, amistad, taburetes bailantes, aprendizaje, readaptación, risas, muchas risas, eso fue para mí Cavallers a finales de la primera mitad de los años ochenta y principios de la segunda.
Cavallers de neu se convirtió en un imán de gente no sólo de diferentes edades y procedencias, sino también de otro tiempo y –en gran medida– de otro país que empezaba a perfilarse. En mi caso yo procedía del activismo antifranquista/anticapitalista y en los setenta fui acumulando expedientes universitarios, prohibiciones de cruzar el campus, antecedentes policiales y detenciones. En aquellos años para un joven con tendencias antiautoritarias y ganas de cambiar el mundo, solamente existía en Valencia un pub norturno el Capsa 13 (El somni de la teva repressió) en la calle Ripalda del barrio del Carmen. Pub del que tuvimos que salir varias veces con el DNI en la boca y manos en alto, o con prisas por la llegada de los fascistas en plan razzia medieval y el resto de los días nos “abríamos” –envueltos de olor a pachuli y hierba– al son de una canción de Dylan con la función performativa de hacernos retornar a un país que, en palabras de Vázquez Montalbán, “daba la impresión de que a todo el mundo le olían los calcetines”[3]. A una ciudad nocturna muy peligrosa por su absoluto vacío y su ruidosa soledad. En aquellos días había pocos lugares propicios a la palabra y los que había, como el desaparecido café Levante estaba bajo la vigilancia –me enteré años más tarde– de la muy temida Brigada Político Social (BPS). El contraste con lo hecho y vivido en Cavallers una década después es evidente y para mí a los treinta y pocos años fue como vivir una segunda juventud.
El café de Uberto y sus amigos fue un sitio creado para poder ser libre en un país con una historia poco afortunada en ese asunto. Poco a poco se convirtió en un crisol de ideas, tendencias artísticas, modos sociales y culturales, y actitudes afortunadamente irreverentes con casi todo. Se transformó así en un lugar de promoción de infinidad de actos, de escritores, de artistas y siempre –así lo recuerdo yo– con las risas como banderas.
Recordar aquellos años –a pesar de la lógica nostalgia– es una forma de preservar la memoria cultural de un par de generaciones; su olvido solamente sería la fuente de nuestra desaparición.
[1] https://www.enmitg.com/wordpress/?page_id=96
[2] https://www.enmitg.com/wordpress/?page_id=1333
[3] Moret, Xavier: «Entrevista a Manuel Vázquez Montalbán», El País, (Madrid), (26.X,1992